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Güímar, desde finales del Seiscientos, celebra la Semana de la Pasión con un buen número de pasos que recogen los episodios más importantes de su martirio y muerte. Entre las imágenes utilizadas por su valor catequético y para mover la voluntad y despertar la devoción por ellas y para ellas, destacamos, en este año 2012, tres pasos procesionales estrechamente vinculados entre sí, nos referimos a San Juan Evangelista y María Magdalena que se participan en el Encuentro con Jesús y caminan junto a él hasta el Calvario.
La actual imagen de San Juan Evangelista, el apóstol que acompañó a Cristo en su predicación pero también en su muerte, fue realizada por el escultor orotavense Ezequiel de León a mediados de la centuria pasada . Se presenta joven, como marca la tradición, pues fue el discípulo de menor edad. En su rostro se adivina el dolor contenido que experimentó ante la presencia de Cristo crucificado, de ahí las lágrimas de sangre que caen por sus mejillas. En su mano derecha porta un rollo de pergamino, referido a los evangelios que escribió y la izquierda, la extiende hacia delante, hacia el pecho, quizás como alusión aquellas fuentes legendarias, que lo definían como el discípulo del Señor que descansó sobre su pecho en la celebración de la Última Cena.
El paso de San Juan es sencillo pues carece de otros atributos como el cáliz, águila, tonel o caldero. La talla procesiona con una túnica de color verde y sobrio manto rojo. El color verde hace alusión a la renovación espiritual manifestada explícitamente en el Evangelio de San Juan (Jn. 3, 7: No te maravilles de que te dije: "Os es necesario nacer de nuevo), y el rojo, es una clara insinuación al martirio al que fue sometido pero también al amor que le profesó Jesús.
María Magdalena se representa de pie, portando en sus manos un pañuelo y tarro de ungüentos. La cabeza y las manos fueron talladas por el escultor murciano Miguel Ángel Cassan en 1962. El autor le imprime una mirada triste y desconsolada porque no se conforma con presentarnos a una penitente sino quiere recordarnos a aquella mujer abatida y apesadumbrada a la que Jesús le dijo: noli me tangere (No me retengas, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre).
San Juan Evangelista y María Magdalena acompañan desde el siglo XVIII a Jesús Nazareno y a la Virgen de los Dolores en la procesión del Encuentro, en la noche del Miércoles Santo; desde el primer tercio del siglo XX, al Cristo de Limpias, la tarde del Jueves Santo, y desde 1957 y gracias a la gestión del párroco Miguel Hernández, desfilan en la organizada Procesión Magna del Viernes Santo.
Además, la participación activa de San Juan y la Magdalena en la Semana Santa güimarera, se demuestra, una vez más, por su presencia en el grupo escultórico del Calvario, perteneciente a la capilla del barrio del mismo nombre. El conjunto distribuye a los pies de un crucificado, a la Máter Dolorosa, con puñal en el corazón, a Juan con la mano al pecho y a María Magdalena arrodillada ante la cruz. La disposición de los personajes, el color de sus ropas y los gestos adoptados parecen seguir los patrones tradicionales. Se desconoce la autoría y procedencia, pero según fuentes orales, llegó desde Madrid en 1939 de la mano de los que por entonces fueron mayordomos de la capilla, Isidro Ramos y Francisco Campos.
La actual imagen de San Juan Evangelista, el apóstol que acompañó a Cristo en su predicación pero también en su muerte, fue realizada por el escultor orotavense Ezequiel de León a mediados de la centuria pasada . Se presenta joven, como marca la tradición, pues fue el discípulo de menor edad. En su rostro se adivina el dolor contenido que experimentó ante la presencia de Cristo crucificado, de ahí las lágrimas de sangre que caen por sus mejillas. En su mano derecha porta un rollo de pergamino, referido a los evangelios que escribió y la izquierda, la extiende hacia delante, hacia el pecho, quizás como alusión aquellas fuentes legendarias, que lo definían como el discípulo del Señor que descansó sobre su pecho en la celebración de la Última Cena.
El paso de San Juan es sencillo pues carece de otros atributos como el cáliz, águila, tonel o caldero. La talla procesiona con una túnica de color verde y sobrio manto rojo. El color verde hace alusión a la renovación espiritual manifestada explícitamente en el Evangelio de San Juan (Jn. 3, 7: No te maravilles de que te dije: "Os es necesario nacer de nuevo), y el rojo, es una clara insinuación al martirio al que fue sometido pero también al amor que le profesó Jesús.
María Magdalena se representa de pie, portando en sus manos un pañuelo y tarro de ungüentos. La cabeza y las manos fueron talladas por el escultor murciano Miguel Ángel Cassan en 1962. El autor le imprime una mirada triste y desconsolada porque no se conforma con presentarnos a una penitente sino quiere recordarnos a aquella mujer abatida y apesadumbrada a la que Jesús le dijo: noli me tangere (No me retengas, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre).
San Juan Evangelista y María Magdalena acompañan desde el siglo XVIII a Jesús Nazareno y a la Virgen de los Dolores en la procesión del Encuentro, en la noche del Miércoles Santo; desde el primer tercio del siglo XX, al Cristo de Limpias, la tarde del Jueves Santo, y desde 1957 y gracias a la gestión del párroco Miguel Hernández, desfilan en la organizada Procesión Magna del Viernes Santo.
Además, la participación activa de San Juan y la Magdalena en la Semana Santa güimarera, se demuestra, una vez más, por su presencia en el grupo escultórico del Calvario, perteneciente a la capilla del barrio del mismo nombre. El conjunto distribuye a los pies de un crucificado, a la Máter Dolorosa, con puñal en el corazón, a Juan con la mano al pecho y a María Magdalena arrodillada ante la cruz. La disposición de los personajes, el color de sus ropas y los gestos adoptados parecen seguir los patrones tradicionales. Se desconoce la autoría y procedencia, pero según fuentes orales, llegó desde Madrid en 1939 de la mano de los que por entonces fueron mayordomos de la capilla, Isidro Ramos y Francisco Campos.