Doña Concha fue alcaldesa de Santiago del Teide, en una época que en el Sur era sinónimo de pobreza y miseria, de aislamiento y olvido, de subsistencia pura y dura. Tomó posesión de su cargo el 5 de febrero de 1933, permaneciendo en él hasta el 10 de mayo, cuando en sesión municipal se renuevan los cargos asumiendo el cargo de alcalde Leoncio Gorrín Rodríguez.
En este breve periodo, y tal como se informa en la prensa de la época, "durante el poco tiempo que ha desempeñado dicho cargo ha procurado proceder siempre con imparcialidad y rectitud, y como se ha interesado por los problemas locales, al par que gestionado y obtenido algunos beneficios, es por lo que su salida del Ayuntamiento ha sido muy sentida".
Doña Concha, lagunerra de nacimiento, impartió la docencia en dos barrios desconocidos, Arguayo y Tamaide, a los que había que buscar en un buen mapa, a los que había que trasladarse a pie o sobre los dóciles lomos de bestias. Lugares que disponían de unos cientos de vecinos más preocupados en dar el imprescindible alimento a su descendencia que en procurarles educación. Dos barrios humildes, con escasos recursos, a los que llegó una joven maestra que supo granjearse el cariño de sus gentes, que supo ganarse el respeto y el eterno recuerdo de sus alumnos, de toda persona que la trató.
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